“Hay veces que a las
seis de la mañana una mujer sola debe cuidar un poco por dónde va”.
En 2014, el alcalde de Valladolid justificaba así la última
agresión sexual. Habían pasado 10 años desde el parto de la Ley integral contra la Violencia de género. Gracias a esta ley, la lacra
machista tenía hueco en el Código Penal y además creaba un plan
con un amplio catálogo de medidas dirigidas al cambio de valores en
un sistema profundamente patriarcal.
Educación, publicidad,
formación en Feminismo a jueces y fiscales, subsidios, ayudas,
programas de empleo específicos...todo entraba en el plan por la
Igualdad entre hombres y mujeres. Una
ley que aportaba un avance necesario en un país equivocado. Porque
en España, la educación y el poder judicial tienen el signo
político del gobierno de turno y no hay acuerdo en la importancia del Feminismo. La mejor parte del texto legal, la del cambio
estructural, quedó en papel mojado cuando empezó el estado del
recorte y el cambio de gobierno.
En 2016, tan solo un 0,01
% de los Presupuestos generales del Estado ridiculizaban la partida
en Igualdad y violencia machista. El Estado ha recortado en un 48%
los presupuestos en Igualdad desde el 2009. Los feminicidios siguen
desbordando límites año tras año a pesar de las agravantes,
condenas y órdenes de alejamiento. Y pasa porque el Código penal
llega siempre tarde y no es por si solo, un instrumento adecuado para
solucionar el problema de la desigualdad.
España es un paísmachista. Se sigue radicalizando al feminismo en los libros de texto
y debatiendo en su Parlamento nuestro derecho al aborto, se sigue
teniendo miedo en el regreso a casa, seguimos sin pagar entrada y
siendo culpables de nuestro cuerpo y vestimenta. A vista y
conocimiento de las instituciones, seguimos amontonando roles
patriarcales en la escuela, el trabajo, la publicidad y a las 4 de la
tarde, ante las autoridades policiales.
La Igualdad es un valor
ponderable en función del color político, y como denominador común
de todos, el recorte fácil a esta causa. Igualdad prescindible,
efímera, maquillada. Feminismo sometido al orgasmo
electoral, al vaivén político. En un cajón de despacho.
Igualdad reducida a un estorbo presupuestario. Feminismo en el centro
de calurosas discrepancias sobre Feminismo.
A Ada la mató un
asesino, un machista que avanzó demente en una estructura social fundada sobre
las bases del dominio patriarcal. Mujeres muertas por asesinos
suicidas, para los que el código penal llega doblemente tarde. 36
mujeres asesinadas en 2016 son algo más de media hora de silencio
institucional. ¿Quién es el culpable de sus muertes cuando a la
parte de culpa individual, se le suma la falta de compromiso
político?
Se precia urgente, ese
tan abanderado pacto de Estado que purgue los pecados cometidos, que
conceda una financiación digna a comunidades autónomas y
municipales, más recursos sociales en asistencia jurídica, social y
psicológica a mujeres que huyen de la muerte, independencia
judicial, bloqueo a la publicidad sexista, más medios para los
agentes que supervisan el cumplimiento de las órdenes de
alejamiento, un plan educativo consolidado y libre de politización
que enseñe, reafirme y conciencie de la Igualdad como el único
camino.
Alvarez Cascos dijo que
los malos tratos en la pareja eran casos aislados. Nunca dimitió
porque su comportamiento se admitió, en esa fina línea que separa
la libertad de expresión con la desfachatez política. Aún hoy, se
sigue considerando por algunos sectores políticos que el machismo
está presente en casos puntuales.
Mientras se ponen de
acuerdo en qué es el Feminismo, y porqué debe ser un asunto de
Estado, las personas que trabajamos en instituciones públicas
seguiremos saliendo a la calle tras cada asesinato, para ese ya
tardío minuto de silencio “simbólico”. Aunque algunas, nos lo
tomemos como la rendición de cuentas ante un problema que exige
esos cambios de valores que con buen criterio aparecían en la Ley de
2004.