Ocurre
en las mejores casas, que en cenas o encuentros especialmente de tinte
navideño, los cuñados se enfrascan en una discusión relativa a
la calidad de los langostinos, el mejor momento de recogida de la
aceituna, la liga catalana o para disgusto de todos sobre gestión
política.
Y en
la mesa engalonada se disponen los comensales a disfrutar de una
velada que comienza con buenas intenciones y termina convirtiéndose
en una comedia barata. El cuñado A suelta la bomba ya en la
sobremesa, regados por los licores de la tierra todos escupen lo que
saben a oídas de los últimos movimientos de un partido político.
Sensalicionalismo cañí en família. El cuñado B aguanta el
chaparrón en una mesa predominantemente progre legitimada con el
voto socialista a un Felipe Gonzalez por entonces decente.
Y tras
unas primeras intervenciones, el resto de comensales se dedica a
mirar en silencio lo que uno dice y el otro reprende. Cuñados A y B
jurando por su alma que la opción que defienden es la única opción
y ese «si en el fondo os queréis» espontáneo para quitar tensión.
La
discusión se sale de madre cuando llegan los datos, las preguntas
sin respuesta y los insultos. Las correspondientes parejas de los
cuñados exaltados alertan al cap de taula que no les sirvan más
vino porque esto está a punto de explotarles a todos en la cara y
hay niños pequeños. Pero eso estalla. Porque hay rencillas y hay
cosas que no se atrevieron a decir el año pasado porqué mira; pero de este año ya no pasa.
Alguna
vez he asistido a esas cenas trágicas y los resultados son siempre
los mismos :
1.-
Quien acaba más afectada es la matriarca de la familia.
2.-
El cuñado más leído le da de ostias con el google en la mano al
otro que intenta salir airoso de un bochornoso alegato de malas
prácticas.
3.-
Hay una parte de los espectadores de esa cena, que terminan hablando
de lo suyo e ignorando por completo el sopor que les produce las
conversaciones de los dos de siempre.
4.-
Se dice para quitarle hierro al asunto y cerrar la discusión:
«bueno hemos arreglado el mundo». Pero no.
Si
algún turista por casualidad hubiera topado anoche con el debate de
los bipartidos hubiera confirmado vía whatsapp a familiares y
amigos, que España es un espectáculo bochornoso en su conjunto. La
vergüenza que me daba salir a la calle y toparme con algún
finlandés y que me metiera en el saco de esos dos, menos mal que
tenía la frase preparada «yo no quería, nos obligaron»
Llegó
Pedro, todo guapo y bien planchadito con ganas de batalla. Llegó
Rajoy y se sentó a esperar la reprimenda, le faltó a Pedro sacar la
zapatilla y correr detrás de Mariano para darle una tunda a lo madre
enfurecida.
La
política de siempre se enzarzó a las diez de la noche a decirse a
la cara verdades como puños, tal y como habían hecho desde 1977
pero sin el halo divino que por entonces, suponía tener democracia.
Democracia en color ante nuestros ojos, en un debate en blanco y
negro. Dos frutos del régimen rancio democrático riñéndose. El
famoso y tú más tonto y yo más guapo.
Mariano
se hizo anoche viejo, el debate le supuso una derrota en las urnas y
20 años más en el DNI. Pedro sacó pecho y metió triple con la
corrupción y el rescate. ¿Pero hubo o no hubo rescate, señor
Rajoy?, ¿Ha pagado Luis o no ha pagado Luis? Con ganas me quedé de
mandarle a Rajoy un mensaje: aguanta Mariano, sé fuerte. Si se
hubiese tratado de un combate de boxeo, habría habido muertos.
Fueron
los dos últimos disparos de una política que agoniza hundida en sus
propios lodos. La última escena, cuando el moribundo saca el
revolver y lanza un disparo que nunca es certero pero que deja
escapar con un revoloteo de pólvora, su último aliento de dignidad.
Ayer
terminó un ciclo político en ese debate con defectos de nacimiento.
Se terminó el bicuñadismo. Faltaban el resto de futuribles a la
presidencia, faltaba calidad política, ilusión, pasión. Faltaban
ganas de presidir un estado.
Anoche
el hijo de Rajoy hizo la misma crítica con la que se ganó una
colleja, pero refiriéndose a los comentarios de su padre. La
matriarca, seguramente lo defendió «no le hables así a tu padre,
que está muy mayor»
Y
seguramente que Pedro, cuando se metía en la cama le dijo a la
esposa: «bueno, pues he arreglado el mundo». Pero no.
Sonrían, hay remontada.